21 de enero de 2021: cero pacientes internados por covid-19. Desde hace poco más de un mes, tras el pico de contagios que tensionó al sistema sanitario de Tucumán, en las camas del Hospital Ángel C. Padilla no hay personas infectadas con coronavirus. El ritmo de trabajo, entonces, es casi el habitual y el movimiento humano no para de fluir. No podía ser de otra manera: se trata de un establecimiento polivalente de alta complejidad que, además, es referente regional en traumatología, trasplantes y neurocirugía.
Destacan la informatización de la atención médica en el Hospital PadillaEl panorama fue similar hasta septiembre y, como ahora, cada paciente con diagnóstico positivo en SARS-CoV-2 era derivado. Desde un inicio, el plan de contigencia provincial centralizó la atención de la pandemia en el Centro de Salud y el Hospital Eva Perón. Sin embargo, como estaba previsto, el estallido de la crisis epidemiológica sumó a las filas al gigante de barrio Sur. Durante tres meses, gran parte del personal del Padilla estuvo abocado a salvar las vidas de miles y miles de contagiados. Ahora, después de atravesar momentos críticos, en los pasillos se mantiene latente el temor a un rebrote que los vuelva a llamar a la batalla.
“Sentimos miedo por la segunda ola y la falta de cuidados”Olga Fernández, directora del hospital, recibe a LA GACETA en su oficina con varios informes sobre la mesa. Antes de contar las estrategias de atención frente la pandemia, destaca con orgullo los avances tecnológicos recientes que han implementado (ver aparte) y afirma que están preparados para una segunda ola de covid-19. Aun así, reconoce que el personal sanitario está agotado y deposita todas sus esperanzas en la vacunación. “No diría que lo peor ya ha pasado. El rebrote puede ocurrir. Ruego a Dios que no tengamos que vivirlo muy fuerte”, dice desde la experiencia de alguien que ha vivido en piel propia las complicaciones de esta enfermedad compleja y sin cura.
-¿Cómo ha funcionado el Padilla mientras atendió el virus?
-Siguiendo los lineamientos del Ministerio, dividimos el hospital en una zona verde, libre del virus para la atención general, y en otra roja dedicada a covid-19. Pusimos a disposición tres salas, dos terapias intensivas, un sector de consultorios externos y una sala de internación abreviada. La gente que trabajaba en una área no lo hacía en la otra. La mayoría de los procedimientos continuó, como intervenciones de urgencia, trasplantes y hemodinamia. Por quinto año seguimos en primer lugar como hospital donante. Sí suspendimos un tiempo las cirugías que no eran de urgencia para destinar camas a covid. Hoy hacemos todas de nuevo.
-¿Cuándo pusieron en práctica la división del hospital? ¿Cómo han vivido esos meses?
-En septiembre, cuando aumentaron mucho los casos. Lo tomamos con cierta tranquilidad porque acá estamos acostumbrados a tratar pacientes graves, pero ha sido realmente agotador. Atendimos a cerca de 4.500 pacientes en septiembre, a 4.114 en octubre y a 2.723 en noviembre.
-¿Cuántos miembros del personal sanitario se han contagiado?
-Hasta el 10 de diciembre, han dado positivo 484 (el total de trabajadores en el Padilla ronda los 2.000) y hemos lamentado cinco fallecimientos. La mayoría de los contagiados fueron médicos y enfermeros. El 61%, mujeres. Todos contaron siempre con equipos de protección adecuados. Hay que tener en cuenta que no todos los contagios fueron en el hospital: muchos trabajan en otras partes y llevan su propia vida personal.
-¿Hubo inconvenientes con insumos y recursos humanos?
-No hubo problemas ni con camas ni con insumos. El Ministerio nos ha dado equipamiento y hemos podido acondicionar muchos aspectos. Por ejemplo, ahora más salas cuentan con oxígeno central. Lo más complicado ha sido el manejo de los recursos humanos: llegó a haber personal contagiado en varios lados; teníamos que continuar atendiendo y seguía habiendo mucha gente en las calles. De hecho, en octubre hubo la misma cantidad de lesiones por accidentes de tránsito que en el mismo mes de 2019. El resto del año la diferencia fue menor.
-¿Cuál ha sido el nivel máximo de ocupación de las terapias?
-Casi un 100%. Dos salas de UCI de altísima complejidad, de 16 y 8 camas, se destinaron completamente a covid. Las otras dos, de 22 y 8 cada una, siguieron para el resto. La unidad de trasplante, de 7 camas, siguió su fin.
-¿Se puede decir que el Padilla es hoy un hospital libre de covid?
-No en su totalidad, porque funciona, separado, el consultorio de febriles para testeos.
-¿Cómo está funcionando ahora? ¿Subió la demanda?
-Sí, entre el 1 de diciembre y el 20 de enero fueron atendidos en febriles 2.458 personas. Han dado positivo en covid 111. Ahora atienden por calle La Rioja y más que nada se hacen tests de antígenos, a criterio de los médicos que atienden. Las colas ya no son largas como antes. En su momento, colocamos enfermeras para que dieran las pautas a los pacientes. Los que saturaban bajo, por ejemplo, ingresaban primero.
-¿Cree que ya pasó lo peor?
-No diría que ya ha pasado el peor momento. En Europa viven un rebrote importante y nos puede tocar. Ruego a Dios que no lo vivamos muy fuerte. Confío mucho en la vacuna y en que, como estableció el Ministerio de Salud, estén inmunizadas las personas de riesgo y el personal sanitario.
-¿Cómo va la vacunación? ¿Usted se ha vacunado o vacunará?
-Ya han sido vacunados 680 trabajadores del Padilla. Yo sí me voy a vacunar, pero ahora no estoy entre los prioritarios que han atendido y pueden atender covid.
-¿Qué debe pasar para que el Padilla vuelva a atender covid?
-Los hospitales Centro de Salud, Eva Perón y Avellaneda deben quedarse sin capacidad resolutiva. Igual no estamos de brazos cruzados: trabajamos para acondicionar aun más nuestra infraestructura y tecnología. Nos preparamos para la segunda ola.